Envidia

Siempre la envidia de los demás nos pisa los talones y por eso aconsejan no ser tan comunicativos con las cosas que nos pasan.

Generalmente cometo el mismo error. Hablar de más. Dar pie a que mi alrededor se aproveche de mis malos momentos o quiera pincharme los buenos.

Últimamente siento que hay más envidia que antes, esa que nace de la competencia. A veces está bien querer superarse, ser mejor que el otro. Pero para lograr eso no es necesario pisar cabezas.

A veces este sentimiento se justifica, hay seres a los que la vida les dio poco. Pero hay casos en los que es incomprensible. La ambición desmedida es otro camino por el cual se llega a experimentar esa necesidad de arruinarle los planes a todo aquel que tienen a su paso.

Nunca fui una persona de valorar aquellos logros que obtuve a lo largo de mi vida. Siempre creo que si yo pude, cualquiera podría. Me cuesta encontrar ese amor propio en mi interior, que hace a uno sentirse orgulloso de sí mismo.

Odiaría tener que medir la demostración de mis alegrías o tristezas frente a los demás. Pero pocas veces confío en ese: “¡qué bueno, me alegro mucho por vos!”, pura falsedad.

Lo bueno, es que estoy aprendiendo a tamizar y saber quien es sincero y quien no.

Hoy estoy feliz, pero no quiero compartirlo con nadie.